C. A. Ordóñez
A Griselda Urquidi Flores
¿Qué es la moral? Cuando escuchamos esta palabra lo primero con lo que la identificamos es con un esquema normativo, basado en ciertos valores que deben su origen a ideas míticas, religiosas o ideológicas acerca de cómo debieran ser las cosas.
Kant, en el libro Metafísica de las Costumbres, identificaba en este sentido al deber como un imperativo de cumplimiento obligatorio: La moral es lo que debiera ser.
Podríamos entender a la moral como el conjunto de respuestas a la pregunta sobre las formas "correcta de ser", o en otras palabras aquello que nos diga o postule lo que debe ser y hacerse.
Ya explicado lo que entendemos por moral, me gustaría explicar más a fondo lo que ésta es, centrándolo en un problema concreto, a saber, la relación entre el feminismo y la moral, que plantearemos a partir de la siguiente pregunta: ¿cuáles son las formas correctas de ser mujer o, mejor dicho, como deben ser las mujeres?
–Claro está que yo no tengo en cierta forma "calidad moral" para responder a este cuestionamiento, lo que me interesa es dar una guía que cada persona pueda desarrollar un conocimiento propio de su moral–.
A esta pregunta, podemos responderla bajo los siguientes enfoques: Primeramente, buscando las maneras y modos en que se ha establecido históricamente la forma de ser de las mujeres, influenciada en gran parte por el dominio del género masculino sobre ellas. Segundo, entendiéndola como la construcción de una forma correcta de ser mujer, a partir de los movimientos feministas de inicios del siglo XIX y XX, influenciada por la lucha por los derechos políticos y civiles. Y por último, lo que sería una postura más actual, cuestionando por aquello que permita a las mujeres construirse a sí mismas.
El primer enfoque hace referencia al papel que la mujer tiene para el machismo (moral machista), la segunda al enfoque de la emancipación y la lucha por la igualdad (moral feminista), y la última hacia una antropología de género y una ética de las diferencias (a lo que yo llamo una moral humana).
Desde el punto de vista ético, el feminismo ha establecido que la moral no establece deberes propiamente dichos. El deber ser, o el como es correcto que sea algo, no se hace desde una perspectiva objetiva o fuera de toda consideración ideológica. Si alguien plantea una forma de ser de las mujeres, es más el deseo de cómo un cierto grupo considera que las mujeres deben ser de una forma adecuada a sus intereses.
No existe una moral femenina en el sentido de que exista una forma correcta de ser mujeres. Este fue un error del feminismo de primeros inicios, que plantea una forma específica de ser: la mujer emancipada, por encima de la idea de equidad.
El principio de la lucha feminista, y de la búsqueda de derechos para las mujeres, desde el punto de vista norteamericano y europeo se basaba antes que nada, en la necesidad de emancipar o empoderar a las mujeres en la vida pública. No obstante esta división de género lo único que hizo fue crear una igualdad ideal entre sexos, pero no una relación real inter-géneros.
Tal relación inter-géneros sólo puede lograrse a partir de una idea que fuese más allá del deber ser las mujeres, basado en la emancipación y la igualdad de facultades, entiéndase como derechos, entre hombres y mujeres.
De lo que se trata, a la hora de definir una visión moral de la mujer, es de darnos cuenta de que no podemos hablar de la mujer, sino de las mujeres; así como no hablamos de la cultura sino de las culturas. Visión que debe de darse bajo el pluralismo, donde la mujer no debe dejar de ser mujer o adoptar los "rasgos masculinos" para acceder a sus derechos, como lo postularon algunas corrientes feministas.
Esta nueva visión del feminismo cambió entonces de una postura que tratara de definir como es que las mujeres deben de ser, por un feminismo de la diferencia, que a la vez de incluyente a las diversas manifestaciones de la femineidad, incluyera asimismo la relación con la masculineidad.
Se trata entonces de reafirmar a las diferencias. Era obvio que el feminismo anterior pugnara por la igualdad, por que existían condiciones tan dispares entre los sexos, tratando de desaparecer a las diferencias porque parecían ser la excusa para la sumisión.
No obstante las diferencias, más que servir como escusa para la sumisión, se convirtió en la bandera que destruyó el deseo de poder de un género sobre otro, así como sucede de una etnia sobre otra. Lo anterior porque todo esquema colonizador o totalitario se fundamenta en ciertas ideas base a las que todos debemos de adecuarnos, en un solo modelo de desarrollo, un esquema político mayoritario, o en el caso que analizamos, de comportamiento.
Ambos géneros son diferentes entre sí y por tanto la relación entre ellos no puede basarse en el supuesto o en el deber de que sean iguales. Aunque si podemos ir equiparando las capacidades entre ambos.
Es decir, con la voluntad de dominio de un sexo hacia a otro se pretende homogeneizar las características propias de cada individuo, al servicio de una forma unificada y única de ver al mundo, que se conocen como ideologías excluyentes.
El nuevo feminismo abandona la marginalidad, y forma parte de las estructuras de gobierno, participa con las reglas del juego, buscando por supuesto modificar aquellas que impiden el cambio social.
Se trata entonces de una búsqueda de la equidad que permita facultar a las mujeres con los mismos derechos que los hombres se han adjudicado, pero teniendo en cuenta siempre las diferencias entre las personas. Para ello el género opuesto no puede quedarse atrás en los estudios en cuanto a sí mismo se refiere. La diferencia no radica solamente entre hombres y mujeres, sino de persona a persona, más allá de las características sexuales, ya que la diferencia es también cultural, social, económica, étnica, etc.
El nuevo feminismo no es una lucha en contra de los hombres, sino contra el modelo androcéntrico que se manifiesta en las normas sociales y jurídicas, donde los varones gozamos de mayores libertades que las mujeres.
En esta lucha (si es que es válida tal palabra) los hombres son también aliados, y los estudios sobre la masculinidad son una nueva forma de entender que las relaciones de género no pueden entenderse desde una perspectiva unilateral.
Ahora bien, Francoise Heritier, crea un concepto denominado la valencia diferencial de los sexos, para lo cual señala que las relaciones asimétricas entre hombres y mujeres se han determinado por un sistema que busca a toda costa controlar la reproducción biológica, y por tanto a las mujeres, toda vez que son las únicas capaces fisiológicamente de llevar a cabo esta función. Así pues se establecen pautas culturales sobre un hecho biológico y se desprenden de ahí cuestiones como la división sexual del trabajo o la repartición de las tareas domésticas. Encontramos pues que la reproducción biológica se encuentra subyugada y determinada por la reproducción cultural que realizan las instituciones sociales las cuales establecen normas de conducta tanto para mujeres y como para los hombres.
El control de la reproducción, es tal vez la discusión más importante en la actualidad ¿hasta que punto es válido que el Estado (encargado de cuestiones públicas) tenga injerencia en decisiones de carácter personal, como es la reproducción y el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo? Aquí vemos claramente como la esfera privada se ve violentada por el Estado. Es por eso que tal ves la principal bandera del nuevo feminismo sea la lucha por los derechos reproductivos y por la libertad de decisión.
Esta cuestión tiene un trasfondo mucho más amplio y profundo que afecta no sólo a las mujeres, y es que la libertad de decisión en nuestras sociedades, ligada necesariamente al concepto de democracia, se restringe al mero acto de votar. Esto posiciona al nuevo feminismo bajo un parámetro que debe criticar al modelo actual, y hacer una propuesta fresca que empiece necesariamente por la construcción de una nueva forma de entender la democracia que entienda que el desarrollo no es posible sin que las personas tengan en pleno derecho de decisión. En este sentido, el nuevo feminismo es también la búsqueda del desarrollo como libertad.